En este momento estás viendo ¿Quién es la Roca?Primera parte

¿Quién es la Roca?Primera parte

“No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre Celestial.

Comencemos por afirmar que la Roca no es algo o alguien circunstancial e histórico, aunque ciertamente nada de lo que podamos decir ahora con nuestro lenguaje, esté fuera de ese límite que con la mente hemos creado. Pero, sin embargo, la Roca, no está al vaivén de las olas, las tempestades, las tendencias y el tik toc.

Quien construye sobre esta Roca, ciertamente tiene la certeza de perdurar en el tiempo, las circunstancias, las tendencias, las crisis y acechanzas del maligno. Esta Roca es indestructible, firme, única y eterna; nada está por encima de ella, es una verdad fuera de los límites de la mente y la racionalidad de los acontecimientos. La Roca es la convicción y la firmeza, todo lo edificado en ella dará su fruto, porque sin ella nada podemos hacer como lo expresa el apóstol Juan.

El apóstol Pedro, ante la pregunta de su Maestro Jesús, acerca de ¿quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Hace dos confesiones importantes: La primera de ella,es que reconoce que él es el Cristo, es decir el mesías prometido al pueblo de Israel. Este hecho es producto de una conciencia despierta, no una confesión de su religión judaica, sino la manifestación de una relación íntima con el Maestro, que proviene de adentro, de un estado distinto de ver con los ojos y de sentir con el corazón. Muchos en su tiempo no vieron más que al maestro de galilea, al hijo del carpintero y de María; hablan de sus hermanos y hermanas y se quedan en ese nivel de contemplación sin trascendencia a las cosas profundas y que ciertamente necesitan de Espíritu Santo.

Poder descubrir en nuestra experiencia espiritual la presencia del Cristo, nos invita a transformar nuestra relación con el Señor Jesús. Nos invita a considerar sus palabras acerca del Reino de los cielos, no sólo dentro del plano físico cultural en donde queremos hacer de sus palabras las claves del éxito, la prosperidad, la restauración moral, etc. Todo ello, producto de un quehacer de la mente que reflexiona y desea crear el mejor de los mundos posibles, que se asemeje al Reino de los Cielos.

El Cristo, el mesías es el libertador, es el salvador. Pero debemos ahora saber de qué nos libera y de qué nos salva, en virtud de ese reconocimiento vivencial, no confesional y doctrinal. El joven rico deseaba ser libre, y Jesús, el Señor le pide que se niegue a sí mismo, que venda sus posesiones, su éxito material obtenido en el plano físico cultural, lo entregue a los más necesitados y luego lo siga. Pero el joven no es capaz de tomar la decisión de atravesar el ojo de la aguja. El joven está invitado a descubrir una verdad más profunda como Pedro, porque está al alcance de todos, sin embargo, se cierra a esta oportunidad, negándose a sí mismo los deseos de libertad que anhela en su corazón.Parece ser que a los seres humanos nos da miedo experimentar la libertad que ofrece Cristo, y entonces nos refugiamos en verdades doctrinales de ser bueno cumpliendo los mandamientos y diciendo: “no le hago daño a nadie”, obrar éticamente, diciendo: “jamás le he robado un peso a nadie”, no queremos estropear una moral para satisfacer la mente, alimentar el ego de hijo de dios bueno, de creyente coherente, de venerable practicante.

Con nuestras prácticas rituales disfrazamos nuestro miedo a la verdadera libertad de los hijos de Dios, desconocemos al Cristo vivo, al que podemos acceder en una experiencia íntima, evitamos cerrar la puerta y allí en lo secreto descubrir, al Señor, que es más que el maestro de galilea. Siempre nos es más conveniente pensar en el Señor Jesús, como restaurador de una religión, el creador de cierta religión o demás, el sabio que nos revela las claves del éxito, del bienestar de la riqueza abundante; es mejor verlo como el que nos salva a cambio de nada porque eso satisface la mediocridad espiritual, El es el que muere, no nosotros, celebramos su muerte y sentimos alivio de ser rescatados. Pero no atravesamos ese ojo de la aguja como el joven rico, nos negamos a nacer de nuevo como Nicodemo, nos devolvemos a sepultar a los muertos, nos alejamos del arado, miramos atrás, es decir a las conquistas de la mente, y allí nos devolvemos porque es nuestro estado de seguridad.

La segunda parte de la respuesta del apóstol Pedro, es fascinante. Desde luego no es una confesión religiosa, sino una revelación espiritual, producto de su contemplación íntima del Maestro. Su respuesta al afirmar que Él es el Hijo de Dios, trasciende la mente y la conciencia, porque es el mismo espíritu Santo que lo revela a su espíritu. En su momento, Pedro no está comprendiendo totalmente, porque es una revelación y en casi todas ellas, se necesita de nuestra madurez, carácter, crecimiento espiritual y tiempo de plenitud. Lo expreso porque cuando Jesús le dice que debe padecer, Pedro quiere impedírselo, pero Jesús lo reprende y le dice que se aparte, pues sus pensamientos no son los de Dios; Es decir, que había perdido esa intimidad alcanzada en el momento de su revelación; como quien dice ha vuelto a ser Pedro en medio de los juicios de la mente dormida, incluso le dice satanás, pues intenta alejarlo de CUMPLIR LA VOLUNTAD DE SU PADRE CELESTIAL, requisito ineludible para entrar en el Reino de los Cielos.

Pedro ha confesado que Jesús, es el Hijo de Dios. Esto lógicamente está más allá de los cánones del judaísmo que esperaban a un mesías político. Los judíos habían creado una personalidad con la mente de acuerdo a sus necesidades de la revelación del auténtico mesías. Su confusión es producto de una mente que anhela libertad y salvación en el plano físico y cultural que la misma mente ha creado. Por eso Jesús aclara con sus palabras: Mi Reino no es de este mundo. Por esta razón, Jesús, el Señor, en una ocasión les dice que pueden interpretar los acontecimientos de la naturaleza, porque eso se hace con la mente, pero no lo pueden descubrir a él, como el mesías, como el Hijo de Dios, porque sus pensamientos, su vida está lejos de esa intimidad requerida para lograrlo, porque lo adoran con sus labios, pero su corazón habita lejos de Él.

En conclusión, por hoy, en esta primera parte, debemos estar atentos, porque las verdades que aprendimos como confesión de fe, como dogmas de una religión, como creencias firmes de nuestras confesiones religiosas, deben ser también descubiertas, experimentadas, vivenciadas. Debemos experimentar ese nacimiento nuevo, nuestro propio pentecostés individual, atravesar el ojo de la aguja, para que nuestra espiritualidad trascienda a un plano consciente y guiados por el Espíritu Santo que obra en nosotros cimentemos nuestra vida en la Roca. Bendiciones a todos y éxitos.

Deja un comentario