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La ingenuidad de ocultar las cosas…

Cuando por fin te encuentras lleno de luz las sombras de las tinieblas se desvanecen. Todo lo demás implica un esfuerzo constante por no defraudarnos a nosotros mismos ante un conjunto de principios religiosos, éticos, sociales y culturales para ser “buenos” y encajar en todo el sistema que hemos fabricado para experimentar comunión y bienestar.

El maestro judío Jesús de Nazareth, enseñó a sus discípulos que nadie enciende una lámpara y la coloca en un sitio oculto, ni bajo el celemín, sino sobre el candelero para que los que entren vean el resplandor. Así pues, el hombre necio pretende ocultar sus actos desconociendo que todo acto es público, aunque en el momento solo exista como testigo el mismo individuo. El maestro indica que debemos encender la lámpara, ella no se enciende sola, sino que esa luz emerge a partir de la voluntad de quien desea ver la luz encendida. Por tanto, despertar implica una iniciativa individual del ser humano, debemos buscarla, anhelarla y generarla para que otros puedan verla. Por esta razón una vez despiertas del sueño causado por la mente dormida y por el ego que constantemente nos protege de cualquier situación que atente en contra de sí misma, entonces todo alrededor está iluminado.

Con esta misma intención interpelaba Jesús a Nicodemo que es un hombre bueno que se ha esforzado en la ley para agradar a Dios; sin embargo, aun así, debe aprender a nacer de nuevo, despertar, encender la luz y manifestarla al mundo. Quien ha despertado ya no es del mundo, aunque está en el mundo, ahora sus obras son de luz y si se mantiene en esa luz que ha venido para iluminar a todo hombre, sus obras son de luz y con ellas reconocemos que ha nacido de nuevo.

Quienes ingenuamente continúan en oscuridad y rechazan la luz que hay en ellos están dormidos y hacen daño, porque sus obras no reflejan la luz con la que fueron dotados. Los robos, los secuestros, mentiras, homicidios, corrupción, desviaciones de la conducta, erróneas decisiones, etc. Todo lo que hace daño al mismo hombre, a sus semejantes y la creación es un estado de sonambulismo existencial.

Todo cuanto sucede, está inmerso en la presencia de la existencia misma, el tiempo solo es una figura de la mente con la que se organizan las tareas del día, los meses los años. Vivimos en una eternidad sin consciencia y creemos falsamente que al ocultar en el mundo de la mente las acciones de la oscuridad, con eso ellas mismas dejan de tener significado y efectos de desenlace. No hay nada oculto entre el cielo y la tierra, significa que en el constante presente de la existencia nada es ajeno a la mirada de un ser consciente y despierto.

Se refiere en los textos de los evangelios que Jesús podía ver lo que pensaban en el corazón las personas que intentaban apresarlo o entorpecer su propósito. Ver los pensamientos es estar en estado consciente y despierto, la oscuridad conlleva a la muerte. Por esta razón, Jesús aconseja mantener las lámparas encendidas, estar ceñidos como el siervo que espera a su señor, nacer de nuevo y pasar por el ojo de la aguja.

En conclusión, si deseas encender la luz que habita en tu interior es de total necesidad crear una relación íntima con el Espíritu Santo de Dios que habita en nosotros y que nos da la gracia de despertar y nacer de nuevo, experimentar una consciencia más allá de lo bueno y lo malo, ser conducidos con su fuerza a una restauración, en donde las obras de la oscuridad se desvanecen en nosotros, porque hemos aceptado la luz y todo nuestra vida se encuentra llena de esa luz.

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