En el pasaje bíblico del encuentro entre el joven rico y Jesús de Nazareth, que en alguna vez hemos escuchado, podemos observar una lógica espiritual concebida desde la mente, que convence al joven de concluir en su pregunta que la vida eterna se obtiene con acciones buenas, porque sus prácticas aprendidas seguramente desde niño, están alineadas con un conjunto de creencias y ritos de un sistema religioso que aprueba el comportamiento de aquel joven inquieto que se acerca para preguntar: ¿Qué debo hacer de bueno para alcanzar la vida eterna? (Justificación por la ley).
Visto desde este punto de vista la vida eterna se alcanza con un esfuerzo de practicas externas que se encuentran aprobadas moral y éticamente por una cultura, sociedad y religión. Este conjunto de practicas externas y morales, también pueden estar sujetas a una comunidad de científicos, grupos políticos, económicos, étnicos, etc; en consecuencia, lo bueno está sujeto al indeterminismo de una sociedad, época o circunstancias, tal como sucede ahora y en los tiempos de Jesús de Nazareth que aprobaban la lapidación de una mujer adultera.
Jesús reconociendo su estado de ignorancia acerca de lo que pretende el joven rico, lo invita a pasar por el ojo de la aguja y descubrir el verdadero mundo espiritual que está más allá de un sistema religioso creado y organizado por la mente que envuelve al ser humano en su ciclo de autocomplacencia inconsciente, una prueba concreta de que una persona aún no ha despertado, que no ha sido bautizada con Espíritu Santo. Jesús lo desafía a pasar por el ojo de la aguja porque lo necesita ya que lo único que el hombre puede alcanzar con la practica de los mandamientos que involucran al prójimo es una vida ética, moralmente plausible, social y culta que en nuestros tiempos es prioritaria, pero insuficiente para despertar a una vida eterna. Por eso Jesús el maestro de galilea, le responde haz eso y vivirás; es decir estarás en el plano físico cultural de la mente y sus instituciones, pero no conquistando el reino de Dios.
El ojo de la aguja significa el proceso de transformación consciente que estamos llamados a experimentar tomados de la mano de Jesús maestro quien te ayuda a morir para que puedas encontrar tu verdadero rostro, esa naturaleza espiritual en forma de semilla dentro de nosotros mismos. Debe suceder en nosotros lo que los griegos llamaban una metanoia, un cambio, una metamorfosis, no en lo cultural y físico, no guiado ya de una experiencia religiosa de determinado grupo, sino al interior, en el espíritu, porque al igual que el grano que cayendo en tierra, muere, para renacer a la vida; todo quien desea entrar en el reino de los cielos y ganar la vida eterna debe nacer de nuevo, es decir, una AUSENCIA de todo lo que habíamos fabricado con la mente y su poder de imaginación que se materializa irrefrenablemente. Jesús en una ocasión les dijo a quienes lo seguían que quien deseara ser discípulo debía negarse a sí mismo e insistió en morir a ese ego construido por la mente que se ha convertido en juez y administrador absoluto de nuestras vidas, aspiraciones y bienestar. En otras palabras, no puede haber nuevo nacimiento sin muerte.Se debe nacer de nuevo si se quiere reconocer, entrar y vivir conforme al reino de los cielos.
La vida eterna (vida del presente) es el resultado de un nacer de nuevo, de un despertar que está más allá de un conjunto de creencias y comportamientos éticos que regula una institución religiosa. Por tanto, las religiones, aunque ciertamente son un recurso de apoyo en el mundo de la mente, creado para generar un tránsito, son en sí mismas, insuficientes a la hora de verdaderamente entrar en el reino de los cielos…Las religiones, su doctrina, sus ritos y culto, su ética y moral, pueden conducirte hasta cierto punto; Pueden conducirte hasta la antesala del reino, de la vida eterna, te colocan al frente del ojo de la aguja, sin embargo, si en verdad deseas ser libre y entrar en la vida eterna, debemos atravesar el ojo de la aguja, debemos nacer de nuevo, estar despiertos. Luego es preciso conocer en lo secreto el rostro del Padre manifestado en Cristo Jesús, el Señor, no como confesión religiosa o mantra que puedas repetir una y otra vez, sino cerrando la puerta de la habitación y allí en lo secreto experimentar la unidad con él, por medio de su Espíritu Santo que sopla en donde quiere.
Jesús de Nazareth, le propone al joven rico un proceso interior en donde debe abandonar todo aquello que durante su vida había conquistado, sus creencias acerca de la bondad, sus éxitos económicos, su ego de justicia, para luego seguirlo, tener un nuevo inicio, una nueva oportunidad; pero el hombre de cualquier época difícilmente estaría dispuesto a renunciar a todo cuanto ha fabricado con su mente, se quedaría sin nada, porque nada en lo que se autocomplace ahora ha sido creado desde la conciencia o el espíritu; todo absolutamente es producto de su ingenio, creatividad y poderes de la mente. Por esta razón, Jesús al conversar con Pilato le dijo: “mi Reino, no es de este mundo.” También les dijo a sus apóstoles: ustedes están en el mundo, pero ya no son del mundo. Es decir, Jesús insta a permanecer en el mundo, pero no identificarnos con la mente que lo ha creado.
Experimentar el nuevo nacimiento no está relacionado simplemente con un rito, sino en crear una relación que permita un conocimiento de la persona con la que me comunico (Jesús de Nazareth) para descubrir en sus palabras y en sí mismo la vida eterna. Sin embargo, escuchar exige también un proceso interno de transformación, porque de nada sirve escuchar si no se entiende y ver si no se reconoce. Por este motivo, despertar es una tarea urgente si deseamos darle a la cultura y al mismo hombre una nueva oportunidad. De lo contrario, las religiones, la escuela, la cultura, los sistemas políticos, la ciencia, etc; estarán siendo juez sempiterno de los actos humanos, todo será un esfuerzo, una disciplina y no un acto espontáneo del espíritu que obra internamente en nosotros si estamos siendo conducidos por él. Por eso Jesús enseñó: dejad que la luz que llevas dentro ilumine a todo hombre y así reconozcan por las obras al Padre que está en los cielos. Es decir, que las obras de la luz provienen de la luz que brilla dentro, dentro, al interior y no en el esplendor de las éticas creadas por la mente, aunque sean de utilidad a la vida del mundo.
En conclusión, Jesús nos invita a ser luz, lo cual precede el nombre, la historia, el tiempo, al mismo ser humano. Ser LUZ, es pertenecer al reino de los cielos, y llamarnos Luis, pedro, maría, es estar en el reino del mundo, de la mente. Este tema lo continuaremos más adelante…