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Abandona tu Fe

El evangelio de Mateo en su capítulo 14 nos narra la experiencia de Pedro, uno de los discípulos de Jesús que deseaba al igual que su Maestro, caminar sobre las aguas. Al finalizar el texto se cuenta que el discípulo gritó: Señor, sálvame. Esto sucede porque su vida peligra y Jesús extiende la mano para ayudarlo y le dice que le ha faltado fe. Los retos que en ocasiones soñamos con alcanzar, esos que pueden estar lejos de nuestras posibilidades necesitan de una fe capaz de alcanzarlos.

Pedro desea desafiar las leyes de la naturaleza, anhela hacer las cosas que su Maestro hace, desea probarse a sí mismo, cree que se encuentra listo para lo sobrenatural, que ya sabe lo suficiente acerca de todo o al menos de la fe para vivir experiencias más allá de lo físico. Sin embargo, los sucesos le revelan lo contrario. Son los hechos que suceden en nuestra vida lo que nos indica si realmente estamos caminando en fe, o si debemos abandonar esa fe insuficiente y religiosa para ir en busca de lo extraordinario. En ocasiones las circunstancias pueden significar que estamos derrotados, como sucede con la experiencia de la cruz, pero los planes se manifiestan con claridad para otorgarle a Jesús el Mesías su victoria. Caminar sobre las aguas es sin duda posible, pero exige una fe superior que aún Pedro claramente no posee en su plenitud, pues no debemos olvidar que el logra caminar algunos pasos, pero las condiciones del ambiente que se manifiestan distraen su atención de lo que en su interior había creído al escuchar las palabras de Jesús que le dijo ven. Por esta razón, hay episodios de nuestra vida que nos exigen abandonar esa fe que es insuficiente para poder ir en la búsqueda de nuevas conquistas naturales y sobrenaturales.

Dos situaciones distraen a Pedro de continuar con éxito caminando sobre las aguas. La primera de ella es apartar la mirada de Jesús y la segunda, fue prestar más atención al viento (circunstancias externas – situaciones del desafío) que a lo que realmente estaba logrando y que deseaba en su corazón. Estas circunstancias desarrollan en su interior miedo lo cual bloquea nuestro sistema de respuesta biológico y espiritual. El miedo es el enemigo fundamental de la fe. Las acciones que se desencadenan del miedo son de duda, angustia y fracaso. Por esa razón, gritó: Señor, sálvame.

Nuestras empresas, metas y retos en los que sentimos que Dios nos apoya y aprueba, exigen de un determinado crecimiento espiritual en la fe. Esa convicción interior en la que no nos distraemos del objetivo, mantenemos la mirada fija en esa experiencia interior indescriptible de seguridad y tampoco prestamos atención a las adversidades que pueden surgir en el camino.

En ocasiones solemos equívocamente creer que la fe aumenta a medida que cumplimos años de vida, que ese proceso biológico indica también el desarrollo en los asuntos del espíritu, trayendo consigo esta actitud, el autoengaño. Tenemos fe, pero en ocasiones requerimos de su fortalecimiento a través de nuevos desafíos, metas, sueños y conquistas. Existen sueños que se desvanecen por la falta de la fe correspondiente a los desafíos que esa empresa requiere.

Jesús al final de este relato interroga a Pedro diciéndole: ¿por qué dudaste? El texto no trae la respuesta. Pero cada uno de nosotros podemos hacernos esa pregunta, interiorizarla, responderla a solas y desde el silencio encontrar la fuerza para crecer en la fe. Estamos equipados con la fe como don gratuito, pero podemos desarrollarlo para mover las montañas que nos separan de una plena realización. En ocasiones nuestros apegos espirituales de pensar que tenemos suficiente fe nos impiden evolucionar a nuevos niveles de su manifestación y poder.

En conclusión, debemos aprender a reconocer el momento oportuno cuando debemos abandonar la fe que tenemos y desafiarnos a conquistarla, solo perdiéndola podemos alcanzarla en una renovada dimensión que posibilite la conquista de las realidades que no se ven, tal como lo expresa el texto de hebreos 11; este es un principio espiritual enseñado por Jesús en varios pasajes de los evangelios; perdernos a nosotros mismos para entrar en el reino de los cielos, para seguirlo a él, para entrar en la vida eterna. También lo expresa diciendo porque quien trate de ganar su vida la perderá, pero quien por causa mía la pierda ese la ganará. Abandona la fe que aún no te acerca a la grandeza, abandona la fe que aún no te permite sentirte pleno y realizado, abandona la fe que no puede hacer que las cosas que no son sean, abandona tu fe que no te permite despertar…

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